domingo, 24 de marzo de 2024

¿Qué herencia dejo a mis hijos?

 

Entramos a vivir la semana mayor, la semana de la conversión del Hombre, de tener y vivir la experiencia que Jesucristo murió, descendió a la profundidad de la muerte, resucitó. Venciendo a la muerte, la libertad del hombre al pecado, a la muerte del ser. La noticia que cambia de vida para entrar a vivir la Pascua de Resurrección, resucitar en Cristo, la nueva vida, frente a las adversidades de la vida, a la oscuridad de un camino sin Dios. La noticia de escuchar y creer.

 

Dentro de esta semana mayor se vive una experiencia de amor, una experiencia de dar, no recibir. La respuesta a los problemas serios, la raíz del sufrimiento por querer SER, de vivir la superioridad de la inferioridad que vive el hombre en forma real, que lo pone un telón, el maquillaje de la sociedad de aparentar que no hay sufrimiento, que todo es llevadero, hay que ser persistente, buena gente, ni hacer daño, llevarse con el amigo entre comillas, que hace la voluntad del hombre. Caso contario no es de mi cirulo, es enemigo.

 

La hipocresía más grande que se vive por no amar, por tener la razón de una verdad que no es verdad, la mentira que cala en lo profundo del ser, que es imposible no tener la razón, debe morir, la sentencia un juicio, no dialogo, no comunicación, no palabras, apartado del camino. Un exilio como sentencia, el juicio de no hacer mi voluntad, no pensar bajo mi criterio. Pero soy honesto estoy limpiando la polilla de mi cuerpo que necesito para ser feliz.

 

Un exilio que nace por la razón, no ser humillado, soy el inteligente, soy el hombre exitoso, el que no se equivoca, el que se lleva solo con gente de mi altura. El otro no es de altura, el pobre de razonamiento, el que no piensa, un simple DON NADIE. Una razón para la destrucción del matrimonio, los divorcios, o divorcios aun viviendo como pareja, pero sin Dios de vida, sí, con el Dios dinero. Es la herencia que se deja, la herencia material sin el verdadero éxito de poder discernir, la incapacidad de amar, de dar.

 

Como hijos heredamos lo que vivimos en casa, los ojos del alma ven y escuchan, sin importar que las palabras expresen lo contrario, expresen palabras de amor.  Se grita a los cuatro vientos que soy de ÉXITO, porque se ve lo cuantificable, el poder efímero que se esfuma frente a la: ENFERMEDAD, VEJES Y MUERTE DEL CUERPO. La realidad que el hombre no desea que le topen, un dialogo rápido, “que pena, una tristeza”, la suerte de ser bueno, no SOY YO. Sí la razón pudiera un segundo morir a su razón, se despejaría el polvo, poder mirar la realidad: ¿Que he trasmitido a mis hijos, la herencia que estoy dejando, para que se incorpore a la sociedad? Es el verdadero éxito que el hombre debe medir con la segunda generación y más generaciones, que Dios permite que un hijo sea le aguijón, el dolor a la razón, de poder alzar los ojos a Dios, enderezad el camino mientras haya el tiempo que Dios da.

 

 La importancia de vivir desde el Domingo de Ramos hasta la pasión y resurrección, como lo expreso el Santo Padre Francisco “ESTA CELEBRACIÓN TIENE COMO UN DOBLE SABOR, DULCE Y AMARGO, ES ALEGRE Y DOLOROSA, PORQUE EN ELLA CELEBRAMOS LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN, ACLAMADO POR SUS DISCÍPULOS COMO REY, AL MISMO TIEMPO QUE SE PROCLAMA SOLEMNEMENTE EL RELATO DEL EVANGELIO SOBRE SU PASIÓN

El hombre se imagina un Dios de justicia humana, guerrero, cuando es todo lo contrario que “Jesucristo entra a Jerusalén como un REY de paz y humildad, no como conquistador sobre un caballo de guerra, entra en un asno (pollino). La paciencia y el servicio de amar, lo que sana las enfermedades del alma y el corazón, el cáncer de todos los males que padece el hombre.

 

La importancia de vivir dentro de la semana mayor el jueves santo, el acto de amor, la vivencia de prójimo, la escucha de la palabra “AMOR AL PROJIMO”, el ejemplo y la herencia de un padre al hijo. El lavatorio de los pies. que representa la hospitalidad, el servicio por el otro, el signo de amor. En la antigüedad, en el medio Oriente, era la costumbre de lavar los pies a un viajero que llega a casa, lo hacía el siervo, el esclavo.

 

Hoy, en la actualidad, siglo XXI, que decimos ser católicos, cristianos, que signo de hospitalidad vivimos con el prójimo, que herencia dejamos a nuestros hijos. La respuesta está entre la inteligencia académica de SER, el éxito de construir la torre de BABEL, o la sabiduría de vivir el servicio por el prójimo, de dar, amar, el otro es Cristo, lavar los pies.

 

La decisión la tienes tú. ¿Qué herencia dejo a mis hijos? 

No hay comentarios: