¿Qué herencia dejo a mis hijos?
Entramos a vivir la semana mayor, la semana de la conversión del
Hombre, de tener y vivir la experiencia que Jesucristo murió, descendió a la
profundidad de la muerte, resucitó. Venciendo a la muerte, la libertad del hombre
al pecado, a la muerte del ser. La noticia que cambia de vida para entrar a vivir
la Pascua de Resurrección, resucitar en Cristo, la nueva vida, frente a las
adversidades de la vida, a la oscuridad de un camino sin Dios. La noticia de
escuchar y creer.
Dentro de esta semana mayor se vive una experiencia de amor,
una experiencia de dar, no recibir. La respuesta a los problemas serios, la
raíz del sufrimiento por querer SER, de vivir la superioridad de la inferioridad
que vive el hombre en forma real, que lo pone un telón, el maquillaje de la
sociedad de aparentar que no hay sufrimiento, que todo es llevadero, hay que
ser persistente, buena gente, ni hacer daño, llevarse con el amigo entre
comillas, que hace la voluntad del hombre. Caso contario no es de mi cirulo, es
enemigo.
La hipocresía más grande que se vive por no amar, por tener
la razón de una verdad que no es verdad, la mentira que cala en lo profundo del
ser, que es imposible no tener la razón, debe morir, la sentencia un juicio, no
dialogo, no comunicación, no palabras, apartado del camino. Un exilio como
sentencia, el juicio de no hacer mi voluntad, no pensar bajo mi criterio. Pero
soy honesto estoy limpiando la polilla de mi cuerpo que necesito para ser
feliz.
Un exilio que nace por la razón, no ser humillado, soy el
inteligente, soy el hombre exitoso, el que no se equivoca, el que se lleva solo
con gente de mi altura. El otro no es de altura, el pobre de razonamiento, el
que no piensa, un simple DON NADIE. Una razón para la destrucción del
matrimonio, los divorcios, o divorcios aun viviendo como pareja, pero sin Dios
de vida, sí, con el Dios dinero. Es la herencia que se deja, la herencia
material sin el verdadero éxito de poder discernir, la incapacidad de amar, de
dar.
Como hijos heredamos lo que vivimos en casa, los ojos del
alma ven y escuchan, sin importar que las palabras expresen lo contrario, expresen
palabras de amor. Se grita a los cuatro
vientos que soy de ÉXITO, porque se ve lo cuantificable, el poder efímero que
se esfuma frente a la: ENFERMEDAD, VEJES Y MUERTE DEL CUERPO. La realidad que
el hombre no desea que le topen, un dialogo rápido, “que pena, una tristeza”,
la suerte de ser bueno, no SOY YO. Sí la razón pudiera un segundo morir a su
razón, se despejaría el polvo, poder mirar la realidad: ¿Que he trasmitido a mis
hijos, la herencia que estoy dejando, para que se incorpore a la sociedad? Es
el verdadero éxito que el hombre debe medir con la segunda generación y más generaciones,
que Dios permite que un hijo sea le aguijón, el dolor a la razón, de poder
alzar los ojos a Dios, enderezad el camino mientras haya el tiempo que Dios da.
La importancia de
vivir desde el Domingo de Ramos hasta la pasión y resurrección, como lo expreso
el Santo Padre Francisco “ESTA
CELEBRACIÓN TIENE COMO UN DOBLE SABOR, DULCE Y AMARGO, ES ALEGRE Y DOLOROSA,
PORQUE EN ELLA CELEBRAMOS LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN, ACLAMADO POR SUS
DISCÍPULOS COMO REY, AL MISMO TIEMPO QUE SE PROCLAMA SOLEMNEMENTE EL RELATO DEL
EVANGELIO SOBRE SU PASIÓN”
El hombre se imagina un Dios de justicia humana, guerrero, cuando
es todo lo contrario que “Jesucristo entra a Jerusalén como un REY de paz y
humildad, no como conquistador sobre un caballo de guerra, entra en un asno (pollino).
La paciencia y el servicio de amar, lo que sana las enfermedades del alma y el
corazón, el cáncer de todos los males que padece el hombre.
La importancia de vivir dentro de la semana mayor el jueves santo,
el acto de amor, la vivencia de prójimo, la escucha de la palabra “AMOR AL
PROJIMO”, el ejemplo y la herencia de un padre al hijo. El lavatorio de los
pies. que representa la hospitalidad, el servicio por el otro, el signo de
amor. En la antigüedad, en el medio Oriente, era la costumbre de lavar los pies
a un viajero que llega a casa, lo hacía el siervo, el esclavo.
Hoy, en la actualidad, siglo XXI, que decimos ser católicos,
cristianos, que signo de hospitalidad vivimos con el prójimo, que herencia dejamos
a nuestros hijos. La respuesta está entre la inteligencia académica de SER, el éxito
de construir la torre de BABEL, o la sabiduría de vivir el servicio por el prójimo,
de dar, amar, el otro es Cristo, lavar los pies.
La decisión la tienes tú. ¿Qué herencia dejo a mis hijos?
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