Mientras van pasando los días en
nuestro país se avecinan ya las nuevas elecciones para un nuevo gobierno, se
empiezan a mover los movimientos
políticos con el fin de poder participar
y llegar al poder político.
El pueblo, el hombre común,
alimenta a su razón un pan de cada día de no creer en el mañana, de no esperar
un nuevo día, de perder la esperanza.
Porque el canal de comunicación es una letanía de quejas, que se ha perdido
la oportunidad de luchar por un nuevo
día.
Los ecos que llegan a los oídos
son las lamentaciones de llorar, llorar sobre la caída de los pilares de la esencia de un
hombre luchador que se desploma por la falta de una palabra. SI SE PUEDE.
Lamentablemente la pelea del
poder con la oposición es una palabra, que todo está mal. Si todo ha sido
errado, cavar la propia tumba y morir
sin haber luchado, dejar como herencia falsas voces de susurro de lamentaciones
que no hay un nuevo día. La nueva generación va a heredar eso, cimientos de una
arquitectura dimensional sin presente, con una dimensión de la historia y del futuro.
Lo más triste es eso, mirar a la
nueva juventud vivir sin esperanza que hiere más que las medidas económicas de
las reformas tributarias. Hiere más el
marketing agresivo de consumo que logra convertir en una necesidad lo
irracional frente a un paro nacional. Hiere más la formación de utopías que
destruye la familia como pilar fundamental al desarrollo frente a la enfermedad
de un cáncer.
Nadie reacciona frente a este
problema, porque interesa más lo tangible, la mercancía, el dinero para tener,
la búsqueda insaciable del poder que mañana se esfuma dejando cicatrices con
unos surcos de miedo, terror, soledad, etc. Perdiendo el norte y la esperanza
que todos los días sale el sol.
La solución es buscar un nuevo
liderazgo, para llegar al poder político. Pero en esa carrera, de nuevo, los canales de comunicación son de
lamentaciones, de culpables, de ironías, de ofrecimientos y demagogias que
abren los abanicos para el juego del voto popular, por una migaja, por una obra
de cemento, por un empleo. Se convierte
el hombre en una mercancía, un valor y pierde su capacidad de un hombre
pensante con raciocinio, perdiendo su esperanza, de luchar, de llevar el pan con el sudor de
la frente.
De vivir culpando al otro, de lo
que me hizo y de lo que me va hacer. A la defensiva, naciendo el individualismo
acompañado con el egoísmo de ser Yo en primera persona, Yo en segunda persona,
Yo en tercera persona. El otro se convierte en un lacayo, sin pensar, ni
hablar, solamente actuar. Vivir en la
mendicidad de la autoestima, sin amor, perdiendo la identidad de hombre.
Se ha perdido la esperanza, que
la vida es de luchar todos los días, que es mejor morir luchando a dejar que
pasar el tiempo con lamentaciones. Que hubiera pasado si los sobrevivientes de
los Andes hubieran perdido la esperanza. No habría historia que el sol sale
todos los días, que el hoy distinto al mañana.