La sociedad no
le está dando la importancia como el pilar fundamental para el desarrollo personal del hombre como
ser humano, los frutos son los valores dentro de la familia, cuya esencia es la
comunicación. Permite establecer el contacto de amor,
respeto, consideración, para saber escuchar el sentimiento, el lenguaje, la
expresión corporal. La comunicación marca el camino de la verdad, estructurada
dentro de la familia para llegar al éxito, desde el ámbito de la palabra como
el centro de irradiar la luz.
En la
comunicación tenemos la palabra, la palabra de Dios, el poder en sabiduría e
inteligencia, para enfrentar al mundo, a los problemas diarios, por la nueva mentalidad de un mercantilismo
efímero que no tiene valor, pero le dan valor y el hombre cae esclavo de sus
propias pasiones. La palabra es el emisor, el hombre el receptor, en la
libertad de aceptar o colocar la cortina de la inteligencia de una pubertad.
También tenemos una comunicación o dialogo en la
mesa, compartir lo vivido entre padres e hijos, de mirar frente a frente e ir
conociendo la identidad de la familia. Ya lo dijo el Papa francisco en la
jornada mundial de las comunicaciones. La familia “no es un campo en el que
se comunican opiniones, o un terreno en el que se combaten batallas ideológicas,
sino un ambiente en el que se aprende a comunicar”.
Por ultimo
tenemos la comunicación del tálamo, la esencia de la vida, la estructura de la
conciencia y la conducta afectiva,
cobijada del Espíritu de Dios. La esencia de saber amar en la verdad y la humildad.
Un trípode que
permite comunicar la sencillez de la creación, con sabiduría, donde el hombre pueda disfrutar, ser feliz,
construyendo familia. En su momento le tocara ser emisor, dar una palabra, de
levantar al débil y ser receptor de saber escuchar a Dios.