martes, 23 de julio de 2019

El juego político


La historia sigue buscando culpables frente a los actores principales que hicieron el protagonismo de una realidad coherente a sus necesidades, de saciar los deseos de llegar a la cima del poder político, convirtiéndose en el rey de la verdad para instaurar el holocausto económico, de destruir al prójimo con las medidas de mercado. La competencia desleal pero cobijada moralmente con  las leyes del poder legislativo.

Las incoherencias de crear  leyes para beneficiar a la misma ley, del vacío dejado por los honorables de la patria que  en su momento olvidaron ejecutar por la demagogia del momento,  en buscar las soluciones del auge político.

Al final del día,  el propio eco realiza el juego de la ruleta rusa, de sobrevivir con la inteligencia política de los grandes amarres políticos sin ideología, defendiendo el bienestar personal de un nuevo rico, sin el sudor de la frente, pero si con la codicia de sudar sangre por el miedo al juego de la ruleta, que el tiro se vuelva contra sí mismo.

Una realidad del momento que vive un político, el momento esporádico, el momento probabilísticos,   el momento de cálculos, llevados a realidades sin verdad, sin identidad, solamente con la mentira de una quimera, que el cuento se alarga para  vivir la telenovela de la cenicienta, la falsedad de un amor de políticos.

En conclusión podemos decir que el hombre sin la sabiduría de Dios, comete los errores que le crea una impronta para toda la vida, marcado como un cadáver político, la eutanasia de la democracia, que lleva a la soledad de lo real y lo irreal, el solitario que brinda sus éxitos con el eclipse de la nueva jugada electoral, mirando desde el balcón el populismo, recordando su historia, la  armonía de la demagogia

El poder


El hombre por su naturaleza siempre está buscando el poder, para lo cual utiliza la inteligencia y llegar a cumplir el deseo, lo que es ante la mirada externa, olvidando el poder de la palabra, que es el amor al prójimo.

Un poder más codiciado es el poder político, para extender la palabra sin conceptos, simplemente en hacer conocer quien decide ante el débil, que es el prójimo. Es decir que el poder  crea quimeras de algo verdadero que no es, pero te hace fuerte por un instante para despertar y vivir en la soledad de su propia cárcel.

Hoy tienen el poder los políticos, se desgarran las vestiduras de la verdad, para discutir la ley del  matrimonio igualitario, viviendo la extensión de ser, Santa Claus,  que pueden alegrar el alma a alguien que está contra la naturaleza de la vida, de destruir la familia.

La imposición de imponer, manipular, para influir en las decisiones de aquel niño que no puede pensar por sí mismo y crear en los próximos años la misma amargura que viven con el poder del momento, con la tendencia de ser lo que no es. 

Que distinto cuando el poder es aplicado para construir, mirando con los ojos del alma, de traspasar la corriente de aire, la briza de dar, pasar al otro lado, de mirar siempre al frente, de no tener miedo y no apoyarse en la razón como un Dios que se desmorona. 

El verdadero poder es construir familia, hacer historia, que las generaciones de las generaciones siempre perseveren en el poder de la palabra, con los valores de ser uno, en el mismo amor al prójimo. Es la mejor herencia que se puede dejar a un hijo que el verdadero poder viene de Dios.