Tengo miedo. ¿Miedo a que tienes?
El hombre siempre estará llevando como compañero, durante el
camino de existencia, el miedo, el amigo invisible, de los momentos buenos,
malos y aterradores. Momentos buenos cuando se ha tomado decisiones de
emprender, tomar riesgos a un nuevo mundo, a un camino que se debe hacer camino
para dejar huella. La satisfacción de tomar el trago amargo, el brebaje del
dolor de un inocente, frente a un reto, a romper esquemas y paradigmas.
Momentos malos, cuando la razón está por encima de la
sabiduría, por encima de la experiencia, por encima de Dios. Resultado de la
decisión tomada, no acorde a lo planificado, al razonamiento de las suposiciones,
el paréntesis que lo sé, tener una verdad solitaria, sin la huella de una
experiencia, de levantarse de las caídas, más bien el tener el derecho que me
lo merezco por tener una inteligencia de mundo.
El momento aterrador se da cuando ya el hombre ha perdido el
temor a Dios, no hay camino que caminar, no hay huella que seguir, simplemente
existe el terror de querer llegar a la meta sin el esfuerzo de competir. La
búsqueda de una verdad efímera, viviendo la muerte óntica, la perdida de la
esperanza.
El miedo está ahí, palpable el momento de ejecutar una
decisión, la tartamudez de la expresión de una palabra, la mentira que se haga
verdad, que el ciego vea, el cojo camine, el profeta que el pueblo necesita,
expresando sobre la tarima, la demagogia, palabras sin valor, palabras sin
poder, palabras, palabras que se las lleva el viento.
Por vencer el miedo salen las excusas, enfrentar la realidad,
la obligación de persona, padre, hijo, hermano, etc. Se crean metamorfosis de
política, religión, educación, intelectualismo, cambios que se espera, pero se
evita el cambio real de crecimiento y desarrollo, el cambio de estado de una
oscuridad a una luz radiante. Quedándose prendido a una medicina de
fetichismos, de la insolencia de que te tengan pena, el pobrecito, que el
culpable de todo es la oligarquía, el rico, el otro, una metamorfosis de
pobreza material a pobreza espiritual.
El miedo que llega porque has dejado una puerta, la ranura de
tus pensamientos, de los sueños, para estrellarse en la primera caída, en las
primeras lágrimas. La expresión de dolor y respuesta a los sucesos NO PUEDO,
tengo mala suerte, si hubiera hecho tal cosa.
En definitiva, el miedo está ahí, queriéndole ganar las
batallas por ganar una guerra. En el campo de batalla de la avaricia y
soberbia, caen los más débiles de la familia, que son heridos, otros mueren.
Los hijos son los que absorben como una esponja, que escudo tienes para
enfrentar al miedo, el arma poderosa para vencer o corres como el niño que hace
el berrinche.
Verdades reales, la mía culpa de ver el hundimiento de tú
propio TITANIC, la muerte física de los inocentes. Ha valido la pena de entrar
en el pánico del miedo por treinta monedas.
Pero hay una buena noticia, de sepultar a tus enemigos, a los
miedos, complejos. Qué eres libre de la esclavitud, ha pagado con su muerte y
ha vencido a la muerte, ha resucitado.
Hemos celebrado, hemos vivido PENTECOSTÉS, el envío del
Espíritu Santo, la fuerza para vencer los miedos y proclamar a los cuatro
vientos que Jesucristo ha resucitado, somos libres.
El libre albedrio de que Dios da al hombre, en la libertad de
expresar Sí o decir No. La decisión de seguir con los miedos de un fracasado,
de no poder pasar, de no saber amar. La otra respuesta de extender los brazos y
recibir el Espíritu, ser fuertes con Dios.